Por: Samuel Patiño & Germán Romero
¿Cómo te sientes al volver después de tanto tiempo a la institución?
La verdad me sentí muy emocionado desde que fui entrando y vi a los estudiantes de todos los cursos. Los veía, me veían y nos reconocíamos. Me sentí muy feliz después de cuatro años de no venir al colegio.
¿En qué momento León dijo que quería ser profesor?
Yo estaba en bachillerato, en tercero de bachillerato, y con unos amigos del curso se nos dio por buscar personas, muchachos ya mayores, y les hablábamos y les dábamos clase los sábados, pero por cuenta de nosotros. O sea que a mí me dicen profesor desde que tenía 15 o 16 años. Luego, en cuarto de bachillerato, me matriculé en la Normal Piloto de Bolívar después de una charla con mi mamá y como a los 19 pasé como maestro normalista.
¿Y siempre pensaste en ser profesor de lenguaje? ¿Hubo algún interés por alguna otra materia u otro campo?
A mí siempre me llamó la atención el lenguaje porque desde niño me la pasaba leyendo. Cuando estaba estudiando en la Normal, yo compraba libros en el Parque de Bolívar, subía a una terraza en la casa y me ponía a leer siendo jovencito. Entonces siempre me llamó la atención la literatura y las humanidades por encima de las demás materias.
Aunque la institución inculque una infinidad de valores en sus estudiantes, ¿cuál crees que es el primordial?
Decir uno solo es difícil, pero es cierto que es muy importante la relación profesor-alumno. Esta debe ser muy cordial, lo que implica que debe haber un respeto en ambas partes por ser personas e hijos de Dios; porque, en el caso de los niños, estos están creciendo y esa figura educadora que representa el profesor tiene que ser responsable con sus acciones de modo que se construya una relación cortés de aprendizaje. En la educación es primordial el respeto. También hay una virtud que en latín se llama estuditas, que significa estudiosidad.
¿Cómo fue tu vida universitaria? ¿Qué datos interesantes nos puedes dar acerca de esta?
Yo entré al colegio como profesor de primaria, y a los seis meses de estar trabajando me mandaron a Bogotá a hacer un curso de capacitación. En ese entonces, en Bogotá, en Aspaen, ya había una institución llamada INSE, que era para formar profesores. Nos ofrecieron un cupo y enseguida me inscribí. Yo pagaba el 33% del costo del curso y el colegio y la universidad también aportaban. Estudié sociales y filosofía en lo que ahora es La Sabana. La modalidad de estudio era a distancia. Nos mandaban los exámenes, hacía los trabajos y los enviaba. En las vacaciones, era presencial allá en la sede. Lo importante era el esfuerzo, trabajar y estudiar simultáneamente. Pero no terminé en el INSE, dado que tuve que invertir mi tiempo en mi esposa en ese entonces embarazada. Años después, estudié en la Santo Tomás de Aquino, patrocinado también por el colegio, donde me gradúe de letras y filosofía. Pero siempre fue una cuestión mayormente de sacrificio.
¿Qué cambios has notado en general en el sistema educativo de cuando iniciaste como maestro hasta el día de hoy?
En lo pedagógico ha cambiado mucho en cuanto a recursos, porque antes no había internet, computadores, redes sociales, ni ninguna de esas herramientas. Todo era con los libros. Ni siquiera con fotocopias, uno lo hacía a máquina, le quitaba la cinta, enrollaba el papel en la máquina y a escribir. Hay mucha más información, e incluso yo creo que los profesores deberían prepararse más, pues los estudiantes la tienen más fácil al momento de investigar y buscar. Yo digo que ha avanzado muchísimo, los muchachos son más pilosos, y así cómo pueden aprender cosas buenas, pueden aprender cosas negativas. Por eso es que valores como la honestidad, la verdad, el respeto, la obediencia, y la fe son tan importantes.
¿Qué ha sido de tu vida desde tu jubilación?
Cuando llegué a mi casa sentí un golpe de nostalgia, se me aguaron los ojos. Pero, después de un tiempo, me dediqué a una rutina más tranquila: a estar más tiempo con mi esposa, porque yo salía de la casa a las 6 de la mañana y estaba regresando a las 5 de la tarde. Ahora que tengo más tiempo disfruto de ayudarla acompañándola en los quehaceres y distintas actividades. De vez en cuando salgo a pasear, leo o veo algún que otro documental. Ha sido todo más relajado.
¿Si tuvieses la opción de regresar en el tiempo, cambiarías algo de tu vida? ¿Hubieses elegido ser maestro?
A mí lo de la educación, la lectura, la escritura, el arte, sobre todo la pintura, siempre me ha fascinado. Yo leo sobre historia. Yo veía en bachillerato libros de historia del Museo del Louvre, del Prado, y enseguida en mi cabeza decía que tenía que verlo directamente. Hace 30 años tuve la oportunidad de ir a Europa y ver todo eso en persona. Definitivamente no cambiaría nada.
¿De qué manera crees que influyó el haberse licenciado en letras y filosofía a tu forma de ser y de ver la vida?
El ser humano es un ser social, que está hecho para aprender, pues es racional. La verdad, como dice Jesucristo, te hará libre, porque tienes acceso a la naturaleza. Entonces digamos que el hombre está hecho para aprender, para compartir, y así progresar la humanidad. El hombre no inventa nada, solo descubre, y descubre lo que Dios ya puso ahí. Eso es lo que podría decirles.
¿Cómo influye Dios en su vida?
Después que yo hice la Primera Comunión e ir a misa siendo un niño, hubo un momento en el que dejé de tener una relación directa con Dios y con la Iglesia. Cuando yo entré al colegio, que era la inducción de profesores en una convivencia fuera, estaba allí el sacerdote capellán del colegio del Opus Dei. Yo fui a hablar con él, me confesé, y salí conmovido, salí transformado. Después, comencé mis clases como profesor de primaria, y como en el colegio siempre ha habido capellán, yo me di cuenta de que los niños debían ir a misa. Tanto que fui profesor y director del equipo de religión, y también preparé jóvenes para la Primera Comunión y la Confirmación, e incluso me casé por lo católico. Hoy soy un católico de misa diaria. Entonces a mí sí me ha beneficiado la educación religiosa del colegio.
¿Si hoy tuvieras que dejarle un mensaje a la juventud qué le dirías?
Un muchacho de esta época debe preocuparse por buscar la verdad. Tener mucho cuidado con lo que dice la mayoría. La verdad no es una opinión cualquiera, y la verdad se logra es con el estudio, con la oración, leyendo, dejándose guiar por los mayores. Deben ser honestos consigo mismos, deben ser alegres y ser amigos. El amigo, la verdad, la honestidad, la alegría. Deben ser muy cercanos con sus padres, decir la verdad. Cualquiera se puede equivocar, pero para eso existe el esfuerzo, el sacrificio, la perseverancia y la lucha.