BUENAS NOCHES
Por: Samuel Patiño
Llegaron las vacaciones de verano. Por fin se acababa la tediosa escuela, por fin era libre. ¿Pero ahora qué? ¿En qué iba a invertir mi libertad?
No me nacían ideas, por lo que contacté a mi cuartel general para organizar una misión. Llamé a los mismos 4 tontos de siempre, mis amigos más cercanos de clase, para ver qué podíamos hacer además de comer y dormir todo el día. Al más joven de nosotros, Ángel, se le ocurrió la innovadora idea de pedir permiso a nuestros padres para ir en grupo a dormir a una cabaña de su familia a las afueras de la ciudad. Bastante irónico pensar que Ángel, siendo el típico de 16 años que se comporta como un niño de 7, era quien iba a convencer a nuestros padres de acceder a dejar a 5 adolescentes en una cabaña en medio de la nada. No sé de dónde sacó sus habilidades de convencimiento, pero como si de magia oscura se tratara, consiguió que nuestros padres nos dejaran ir a pasar el fin de semana en la dichosa cabaña. Y mira que detesto el colegio, pero ojalá jamás hubiese dejado ese salón de clase la última vez que tuve la oportunidad.
Llegó el viernes, ya por fin llegaba el día de partir a la cabaña. Esta estaba a más o menos 2 horas de la ciudad, por lo que nuestros padres nos imploraron comportarnos como adolescentes que somos. Primero pasamos por Tino, el mayorcito del grupo, y con mayorcito me refiero a que nació en febrero, por lo que por unos cuantos meses nos supera a todos en edad. A pesar de que la diferencia de edad fuesen unos cuantos meses, Tino era demasiado responsable, es el tío responsable de la familia. Tan solo unas 3 cuadras después recogí a Ángel, quien parecía tener hormigas por todo el cuerpo, ese hombre no se quedó quieto un minuto de inicio a fin del viaje. Finalmente, faltaba el dúo dinámico, los mellizos David y Kevin, los cuales destacan por su relación amor-odio. Puede que se peleen todo el tiempo, pero es más que evidente que el uno no puede vivir sin el otro.
Una vez los 5 estábamos montados en la furgoneta, arrancamos directo a la cabaña. Una vez allí, directamente Ángel, quien parecía tener fuegos artificiales en sus piernas, salió disparado a su habitación, la cual en menos de 3 minutos ya estaba patas arriba. Por otro lado, Tino se dirigió a mí para remarcar que seguimos siendo unos niños, y que él y yo, siendo los más maduros del grupo, teníamos que tomar cierto grado de responsabilidad. David y Kevin se quedaron a dormir en una de las habitaciones con litera. Tan duros son entre ellos que ya habían separado el champú milimétricamente en partes iguales para ambos y la barra de jabón estaba rota exactamente por la mitad para evitar que uno tuviese más que el otro. Yo, por mi parte, acordé con Tino sacar los colchones de nuestras camas a la sala de la cabaña, a lo que no tardaría en que los otros 3 antojados nos siguieran las aguas. Todos terminaríamos durmiendo en la sala de la cabaña.
Cae la noche y, como siempre que estoy fuera de casa, llamaría a mis padres para contarles qué tal iba todo, pero oh vaya sorpresa, en la cabaña en medio de la nada no hay señal. He aquí donde comienza el calvario que nos esperaba.
Ángel, con su mente maestra, propuso contar historias de terror en medio de la oscuridad como en las películas. Todos accedimos porque ¿qué podía salir mal realmente? No había dicho más de 5 oraciones cuando Ángel ya estaba tapado con la sábana hasta la cabeza en posición fetal gritando del miedo.
No más de 10 minutos después de empezar la dinámica, oímos cómo en el cuarto de Ángel empezaron unos estruendos desmesurados. La luz de la nada se apaga y la puerta del cuarto de Ángel se abre de golpe, como si alguien con todas sus fuerzas la hubiese pateado. Sin embargo, esto era imposible, claramente ahí no había nadie. Pero a pesar de no haber nadie, Ángel se notaba desesperado. Estaba en un estado de parálisis por el shock de algo. Y de la nada Ángel gritaría como si algo estuviese desgarrando su piel; sin embargo, todo el mundo veía cómo claramente no le estaba pasando nada. E inmediatamente posterior al grito, una sombra lo consume y desaparece de la nada, Ángel había sido eliminado. Para este punto, Kevin, David y yo entramos en pánico total y Tino, al ver cómo no pudo proteger a su amigo, empezaría a hiperventilar y desesperarse. Cuando vuelvo en mí después de ver cómo Ángel desapareció, volteo solo para ver a Tino riéndose a carcajadas, había perdido su cordura. Entre risas descontroladas, de la nada se empezarían a combinar gritos y llantos, y tal cual como con Ángel, en un abrir y cerrar de ojos, Tino ya no estaba. Quedábamos los mellizos y yo, o eso creía, ya que mientras esto ocurría escuché cómo se encendía un vehículo, esos desgraciados huyeron en la furgoneta sin siquiera avisarme. Estaba solo, inquietantemente solo, y de la nada, siento cómo un frío me recorre desde la punta de mis dedos del pie hasta la última fibra de mis cabellos, la desesperación se empezaba a apoderar de mí, hasta que en menos de unos 3 segundos sentiría cómo algo susurraría a mi oído las palabras “buenas noches” para, posterior a esto, desvanecerme y caer en un profundo sueño.
Despertaría como cualquier otro día habitual, me levantaría al baño a cepillar mis dientes y saludaría de un abrazo a mi madre, quien preparaba el desayuno. Le daría los buenos días y me la quedaría mirando a sus ojos esperando a que me los devolviese. Algo aquí se notaba extraño. Me desperté en mi cama, en mi casa, pero… ¿Cómo? ¿Qué pasó anoche? ¿Salí de casa? Mientras estas incógnitas inundaban mi cabeza durante esos segundos que me quedé viendo a mi madre, noté algo extraño. Mi madre no había pestañeado una sola vez, y su sonrisa era inquietantemente… grande. Le preguntaría a la mujer que me dio la vida “mamá, ¿estás bien?” Y después de otros segundos más de silencio, mi madre tan solo preguntó “¿estás seguro de que estás despierto?”