3. MI UNIVERSO, MIS LUNAS
Un día, en su mirada escondida, descubrí un universo, y en sus ojos
una galaxia infinita. Debajo de su nariz habitaba una hermosa
sonrisa... ¡vaya sonrisa, carajo! Era la sonrisa.
Después de todo, detrás de ese muro había alguien especial, alguien
que no mentía, aunque su verdad doliera. Pero, precisamente por
eso, era aún más atrayente: era alguien en quien se podía confiar,
alguien cuya sinceridad tenía el peso de lo auténtico.
Dos mundos chocaron, y en ese impacto se fundieron dos universos:
uno lleno de estrellas y luz, y otro con su propia "zona de evitar".
Ahí, en ese rincón donde escondía sus secretos, mi curiosidad latía
con fuerza. Ahí, donde mis palabras buscaban espacio, pero solo el
silencio se hacía notar.
¡En ese universo me perdí!
Amé cada una de sus lunas, disfruté de cada instante sin
restricciones. Pero, como todo universo, el suyo también tenía su
agujero negro, ese que me arrastró al abismo. Ahí despertaron mis
miedos, emergieron mis dudas y mi alma se desorientó,
recordándome la pequeñez de mi ser frente a la inmensidad de su cosmos.
Y, sin importar cómo sucedía, simplemente sucedía. Estar juntos era
más que perfecto, ya fuera bajo la claridad de mi universo o en la
oscuridad del suyo.